En ‘Radicales Libres’ Rosa Beltrán presenta tres generaciones de feminismo desde la ficción
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La escritora mexicana presenta en su más reciente novela la historia de tres mujeres que son representantes y testigos de los principales movimientos sociales de las últimas seis décadas
Ni la historia es un producto lineal y abstracto ni el feminismo es uno solo. Esta es la base sobre la que Rosa Beltrán escribió su novela “Radicales libres” (Alfaguara, 2021), donde presenta tres generaciones de mujeres en sus interacciones con el contexto que les tocó vivir.
El libro parte de una anécdota que podría parecer extraordinaria, pero que está basada en un hecho real: una adolescente a ve su madre irse en una Harley con su amante. Con este punto como base las tres protagonistas ofrecerán un recorrido a través de los distintos feminismos y maternidades desde la ficción.
En entrevista con VANGUARDIA la autora habló sobre estos temas que aborda su novela, así como lo que significó para ella el ejercicio de ver en retrospectiva casi seis décadas de historia a nivel nacional e internacional.
Al plantearte la idea de crear esta historia intergeneracional, ¿cuál fue tu prioridad al trabajar con décadas de tiempo y varios personajes?
“Es una novela de crecimiento, por lo tanto aborda varias épocas, pero aunque parezca que abarca mucho en tiempo el centro son tres personajes, tres mujeres de distintas generaciones y lo que les ocurre frente a los cambios que va teniendo la historia.
Siempre me ha parecido que vemos a la historia con hache mayúscula como si fuera un ente abstracto que ocurre afuera de nuestras vidas y como aparecen en los libros de texto. La historia es lo que nos ocurre y determina distintos comportamientos, distintas formas de relacionarles, en fin, de vivir esto que después vamos a llamar destino y que vamos a pensar que fue construido por nosotros de manera original, individual, pero la verdad que estamos sujetos a ser de nuestro tiempo.
Esto era la motivación principal, el ver la evolución de estas tres mujeres a lo largo de seis décadas y por lo tanto, aunque se trata de ficción, habla de los feminismos, porque son distintos”.
Para ti como creadora y como persona, ¿cómo fue explorar estas etapas históricas y ponerlas en un contexto íntimo para las protagonistas?
“Fue muy entrañable, muy nostálgico. Creo que una de las herencias de la pandemia, con todas las herencias negativas, ha sido mirar hacia atrás y darnos cuenta de que esa normalidad anterior no existía y seguramente no va a existir ya porque la pandemia nos cambió. Pero ir más atrás nos hace ver que México era otro México, uno donde se podía hacer vida de barrio, vivir en la calle, la infancia, hasta que se hacía de noche y te llamaban, sin mayores peligros o riesgos; pasear por todo el país de manera más o menos libre. Es decir, cuando la violencia no se había vuelto una protagonista en nuestras vidas, cuando las narrativas en las que vivíamos tenían que ver con la esperanza”.
Estas tres mujeres, ¿fungen como representantes de las distintas olas del feminismo?
“Son representantes de los distintos feminismos. No podemos hablar del feminismo, singular, ante ese movimiento que empezó mucho antes de los años 60, cuando arranca la novela, en el 68, esos tres momentos bastan para ver por qué distintas vías se accedía a la lucha desde la vida privada, desde lo doméstico, o bien desde el activismo y cómo en el fondo se está luchando por lo mismo. Básicamente la igualdad, algo que ni remotamente se ha conseguido, y básicamente logros que han sido muy pequeños, como el derecho al divorcio, algo tan elemental como el derecho a tener una cuenta bancaria propia hasta el derecho al aborto o el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
Aún ahora sigue siendo un absoluto estigma; las mujeres que deciden sobre su propio cuerpo son sujetos de violencia. Lo que ha cambiado es el lenguaje; ya no se llaman crímenes pasionales, se debe llamar violencia de género, porque forzosamente así vamos a lograr acreditar la existencia de este tipo de violencia tan específica pero si una mujer quiere hacer uso libre de su cuerpo sigue siendo tan estigmatizada ahora como en 1968”.
Esta idea de la madre yéndose con su amante en una motocicleta con la que inicias la novela, ¿cómo llegó a ti y porqué decidiste que fuera el punto de partida?
"Porque ocurrió, sobre todo porque ocurrió y porque al explorar las distintas maternidades me di cuenta, y lo vengo ya pensando desde hace muchos años, que estas no corresponden a lo que decían las películas de la época de oro, sobre lo que era la maternidad. La madre abnegada que se queda en casa y llora y llora y sufre mucho cuando los hijos se van, es una construcción masculina y es una construcción cultural, no responde a la vida real. Y lo que importa, me parece, para las hijas, es saber qué haces con esa maternidad. Es como si las piezas del ajedrez estuvieran ya puestas y tú tienes que decidir de qué manera las mueves para sacar el mayor provecho.
También es una suerte de provocación el hablar de esto tan desafiante, que son las maternidades que vivimos, que todas son completamente distintas a ese discurso que nos impusieron y es provocadora porque ese discurso impuesto es patriarcal, pensar en la madre solo en términos del trauma, de lo que te faltó, de lo que no tuviste, de la ruptura, es algo que también está impuesto, porque también puedes pensarlo de otra manera, a partir de lo que te legó, lo que te heredó, lo que aprendiste, lo que eres capaz de hacer".